¿La anexión puede ser la clave para resolver el conflicto israelí-palestino?
En su núcleo, el conflicto israelí-palestino no solo es impulsado por disputas territoriales, sino también por profundas divisiones religiosas y culturales.
El conflicto israelí-palestino, que ha persistido durante más de un siglo, sigue siendo uno de los enfrentamientos más arraigados y complejos en la historia moderna. La solución de dos estados, que contempla un estado palestino independiente y separado coexistiendo pacíficamente con Israel, ha sido presentada durante mucho tiempo como la clave para resolver el conflicto.
Sin embargo, a pesar de décadas de esfuerzos diplomáticos, esta visión no se ha materializado, y la situación en el terreno hoy en día sugiere que ya no es una solución viable. Con la escalada de la violencia y los cambios en la dinámica geopolítica, es cada vez más claro que se necesita un nuevo enfoque, uno que refleje mejor las realidades vividas tanto por israelíes como por palestinos.
En su núcleo, el conflicto israelí-palestino no solo es impulsado por disputas territoriales, sino también por profundas divisiones religiosas y culturales. A menudo se enmarca el conflicto como una batalla por la tierra, pero también se trata del control de sitios sagrados, especialmente en Jerusalén. Para grupos como Hamas, el conflicto se percibe como una obligación religiosa para proteger el Islam, con la tierra vista como una confianza sagrada que nunca debe ser entregada.
Este enfoque religioso del conflicto moldea las estrategias de los grupos militantes y complica los esfuerzos para negociar la paz, ya que ambas partes ven los riesgos como existenciales. Muchas facciones palestinas, especialmente aquellas influenciadas por ideologías islamistas, ven la lucha como una guerra religiosa, fortaleciendo aún más la creencia de que el conflicto no es solo político, sino también una cuestión de fe. Mientras esta narrativa religiosa domine, el compromiso seguirá siendo difícil y cualquier acuerdo político será frágil.
Incluso si Hamas fuera eliminado como una fuerza política y militar, los problemas subyacentes que alimentaron su ascenso no desaparecerían. Hamas no es el único grupo responsable de la violencia contra Israel; forma parte de una historia más amplia de militancia palestina. Fundado a finales de la década de 1980, Hamas rápidamente se hizo conocido por sus atentados suicidas y ataques con cohetes, y por su negativa a reconocer el derecho de Israel a existir.
SIN EMBARGO, HAMAS no fue el primer grupo palestino en recurrir al terrorismo. Fatah, la facción dominante dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), también empleó tácticas violentas en sus primeros años, incluyendo secuestros y atentados. Aunque los métodos de Fatah han evolucionado, el legado de la resistencia militante ha dejado una huella duradera en la cultura política palestina.
Violencia en curso y en aumento
Incluso si Hamas fuera desmantelado, es probable que surjan otros grupos extremistas, impulsados por las mismas quejas que han perpetuado décadas de violencia. El ciclo de terror continuaría y un nuevo grupo extremista podría fácilmente llenar el vacío dejado por Hamas, asegurando que la violencia siga siendo una amenaza constante.
Ante la violencia en curso y en aumento en el conflicto israelí-palestino, es posible que Israel se vea con poco margen de maniobra y opte por anexar Gaza y Cisjordania.
Durante décadas, la comunidad internacional ha abogado por una solución de dos estados, creyendo que la creación de un estado palestino separado junto a Israel traería paz y estabilidad.
Sin embargo, esta visión no se ha materializado.
Obstáculos clave como la violencia arraigada de grupos militantes como Hamas, la fragmentación interna del liderazgo palestino y la ausencia de negociaciones genuinas han hecho que la solución de dos estados sea cada vez más irreal. Ante este fracaso, la anexión parece ser una opción pragmática para hacer frente a las amenazas de seguridad inmediatas que enfrenta Israel.
Anexar Gaza y Cisjordania pondría fin a la fragmentación que ha aquejado a la región durante décadas. Actualmente, los territorios palestinos están divididos: Hamas controla Gaza, y la Autoridad Palestina, liderada por Fatah, gobierna Cisjordania. Estas divisiones han complicado cualquier intento de paz, ya que los palestinos no pueden presentar una posición unificada en las negociaciones con Israel.
Mientras tanto, la amenaza constante de terrorismo proveniente de Gaza, junto con la continua inestabilidad en Cisjordania, ha dejado a Israel vulnerable a ataques, incluido el devastador asalto de Hamas el 7 de octubre de 2023. El resultado es una situación en la que tanto palestinos como israelíes viven en constante temor a la violencia. La anexión permitiría a Israel llevar estos territorios bajo control directo, garantizando una mayor seguridad y eliminando los bastiones militantes que continúan perpetuando la violencia contra los ciudadanos israelíes.
Aunque la anexión presentaría desafíos significativos, podría proporcionar a Israel un futuro más estable y seguro. Permitiría la desmantelación de grupos terroristas como Hamas, que ha demostrado repetidamente su disposición a utilizar la violencia como herramienta de resistencia contra Israel.
Al eliminar las bases de poder de tales grupos, Israel podría frenar efectivamente el ciclo continuo de terrorismo que ha afectado a la región durante décadas. Además, la anexión podría ofrecer la oportunidad de remodelar el panorama político de una manera que priorice la seguridad y la estabilidad sobre la noción irrealizable de una solución de dos estados.
AUNQUE LA ANEXIÓN es un paso controvertido, puede ser la única opción realista que queda para romper el ciclo de violencia. Sin un cambio fundamental en el equilibrio de poder, es probable que el ciclo de ataques, represalias y negociaciones fallidas continúe, dejando tanto a israelíes como palestinos atrapados en un conflicto aparentemente interminable. En este contexto, la anexión podría servir como una medida dura pero necesaria para proteger el futuro de Israel y enfrentar de frente la amenaza continuada del terrorismo.
La semana pasada, la Liga Árabe y la Organización para la Cooperación Islámica (OCI) celebraron una cumbre de emergencia en Riad para abordar la creciente violencia en Gaza y Líbano. Esta cumbre reflejó no solo la creciente insatisfacción con las acciones de Israel sino también un cambio más amplio en las dinámicas de poder regionales.
Arabia Saudita, una vez un firme defensor de la solución de dos estados, se ha vuelto más vocal en su crítica a Israel y expresó su apoyo a una reconsideración del conflicto. La creciente influencia de potencias regionales como Irán y Turquía sugiere que la tradicional alianza entre Estados Unidos e Israel está siendo cada vez más desafiada. Este cambio señala una reorientación en Oriente Medio, donde la solución de dos estados ya no se ve como la respuesta.
Dado el cambiante panorama geopolítico y el fracaso del marco de dos estados, es hora de que la comunidad internacional apoye una anexión que ponga fin a la fragmentación de los territorios palestinos, lo que solo ha alimentado aún más la inestabilidad. Al traer tanto a Gaza como a Cisjordania bajo control israelí, el estado de Israel podría hacer frente a las amenazas de seguridad inmediatas planteadas por grupos militantes y desmantelar las infraestructuras terroristas que continúan socavando cualquier proceso de paz. También permitiría a Israel gestionar directamente los territorios y mejorar la seguridad y la gobernanza, eliminando las bases de poder que perpetúan el extremismo.
Si bien la anexión no sería una panacea para todos los problemas de la región, permitiría a Israel ejercer un mayor control sobre la situación, garantizar la protección de sus ciudadanos y comenzar a abordar los problemas más profundos de la apatridia y la desigualdad que han alimentado el conflicto.
El autor es un analista de políticas y escritor con sede en Marruecos.
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